Hijos del Alba
1er Historia
Capítulo I
Entremos a un espacio mental, imagina lo que más te guste: aquel color, textura, sabor o sensación. Ese que es deleitante, placentero, efímero y etéreo; exquisitamente aterrador y asquerosamente conquistante, de esas cosas que te llenan de la manera más elemental y absurda. A veces siendo un objeto, sonido, acción o persona... conviértelo en el centro de tu todo y te enseño como destruirte.
¿Qué pasaría si aquello que imaginaste desaparece? Como el último rayo de sol que queda en el día, esperas que vuelva al siguiente y nunca regresa; se queda en tu mente, solo un recuerdo perdido en la arena del desierto. ¿Añorarías tenerle de vuelta? Entonces así entenderás aquella habladuría que te ofrecí, para que comprendas lo confuso que es tenerlo todo y a la vez no tener nada.
Todo se originó por una simple causalidad, dos seres divagando entre la nada de sus vidas, entre lo poco que apreciaban y lo mucho que deseaban, sin conocerse mutuamente y sin tener la más remota idea de que existiese el otro. Desconocidos, extraños, dos cuerpos llameantes esperando incendiar todo a su alcance; tratando de comerse el mundo sin conocerlo. Ingenuos, apresurados, soñadores y sandios: enamorados, en otras palabras. Esos eran Alba y Omega… Pero ellos no son relevantes en esta historia. Aún…
Nací en un pueblo en mitad de la nada, rodeada de gente desconocida a primera instancia, sus comisuras se alzaban de manera poco común ante mi conocimiento. Recuerdo verles vestidos de manera poco natural, con picos en sus cabezas que tapaban sus cabelleras largas y blancas, y ropa que llegaba hasta el piso gris por la niebla que adornaba el espeluznante lugar, ese fue mi primer instante en este mundo, o eso creo.
No recuerdo nada antes de ese momento en mi vida, pero mientras crecía, solo escuchaba a quienes me criaban decir que debía saberlo, que solo así podía despertar mi poder, y atraer a mis “hermanos alba”, como ellos solían llamarlos.
Mis amaneceres eran una rutina, entrenamientos mentales, físicos y castigos psicológicos, realmente quienes me rodeaban, no eran gente de buenas intenciones, solo me querían utilizar para el omega ¿la razón? Poder supremo. Para eso fui destinada, nací para morir. Todos a mi alrededor eran seres espeluznantes, con rostros maquiavélicos, casi en huesos y pálidos como la escarcha invernal, vivían de mal humor, y disfrutaban con el sufrimiento ajeno, solo escuchaba los gritos de desconocidos, mezclados con las risas de ellos, con el conocimiento que la siguiente en castigar sería yo.
Por años planeé un escape, poder irme de estas paredes grises y sombrías, hacia aquel mundo que me sonreía por la ventana de mi calabozo. Quería saber que se sentía sonreír como aquellos que me tenían cautiva, sin necesidad de causar dolor a nadie. Yo no era igual a esos monstruos, lo tenía claro.
Capítulo II
A mis 18 años, aún no encontraba aquellos recuerdos que tanto me forzaban a encontrar. O eso les hice creer…Se remonta a una noche de frío invierno, nuevamente castigado, me encontraba en un calabozo mirando la tenue luz que entraba por una ventana casi tan pequeña como una radio gris que estaba en el suelo, la cual, contenía blasfemias y maldiciones cada que el reloj llegaba a las 12. El hambre me hizo perder el conocimiento y fue que supe quien en realidad era: Krysta, primera trilliza Alba y poseedora del tiempo eterno. Jamás conté que ya tenía aquel don, solo esperaba el momento perfecto para escapar de este lugar, de este pueblo. Tengo la sensación de encontrar algo que no he perdido aunque sé que soy capaz de hallarlo.
Aquel día llegó, me encontraba entrenando con lanza, en contra de fuerzas que ningún humano podría ver, prepare en cada castigo habilidades con aquel don que manejo a medias, pero que es suficiente para no ver este lugar, nunca más y cuando el tiempo se detuvo, empecé a contar los minutos, segundo a segundo… al pasar 10 todo sería igual, y sabrían que no estoy, así que no podía tardar.
Corrí sin rumbo alguno, hasta que me tope con una barrera de estaciones totalmente estáticas, el tiempo aún estaba en pausa, y sin más cruce hasta el naranja vivo que me decía que estaba cerca de mi libertad.
El tiempo continuó, lo noté por la hojarasca cálida que adornaba mi cabello azabache. Y ahí en medio de aquel viento que erizaba mi piel por el rocío del lugar del que venía los ví, a los “hermanos alba”, mi familia. Era como vislumbrar seres divinos en cuerpos frágiles y mundanos. Sin embargo, no les arrebataba aquel poder en sus miradas del color de las montañas al salir el sol en la mañana, intimidantes ante cualquiera que se atreviera a dirigirles la mirada.
Jamás me permitieron verme a un espejo, me decían que la vanidad era para los pobres de conocimiento, que mi deber era cumplir con la profecía, enfocarme en la prioridad que era recordar quien era en mi vida pasada, saber mi don. Ahora veo mi belleza en los sujetos frente a mí, y es puramente sorprendente.
Capítulo III
Ambos tenían características que me hacían creer que nuestra sangre nos unía, ese vínculo se reflejaba como espejos en mitad del bosque, una apariencia aterradoramente parecida y especial. El verlos ahí, a ella, a él… era una melodía insonora que inundaba mi deleite y mi tranquilidad, por fín estaba en mi hogar.
Ethel y Evan eran sus nombres, poseedores de la vida y la muerte. Y si, esa era la sensación que transmitían, son la personificación de la frase: La vida es una hermosa mentira y la muerte una triste realidad. Si me preguntarán qué se siente tener el tesoro más preciado, diría que este momento. Sin duda alguna.
Pero esta historia es un bucle y apenas pudimos abrazarnos por primera vez, entendimos que era la última, la vida abrazo a la muerte, el tiempo terminó su camino y su lucha, y así los hijos de Alba y Omega, pudieron descansar juntos. Así es como nuevamente inicia la historia.
Entremos a un espacio mental, imagina lo que más te guste: aquel color, textura, sabor o sensación. Ese que es deleitante, placentero, efímero y etéreo; exquisitamente aterrador y asquerosamente conquistante, de esas cosas que te llenan de la manera más elemental y absurda. A veces siendo un objeto, sonido, acción o persona... conviértelo en el centro de tu todo y te enseño como destruirte.
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